UNA VIRGEN, UN PUEBLO Y DOS POETAS




                                PROCESIÓN EN 2011
                               

            Este primero de junio no habrá procesión callejera con la imagen de la Virgen de la Luz, ni habrá tampoco puestos de chucherías en el paseo que lleva hasta su iglesia. Quienes sienten la fe religiosa, seguro que encuentran la fórmula para aplicar esa devoción. Para los demás puede quedar el consuelo de encontrar refugio en la poesía, que siempre ha sido un buen remedio para todos los males, tanto del cuerpo como del espíritu. Aquí traigo dos ejemplos que vienen a cuento en un día como hoy.           
            Todavía no era un poeta consagrado pero sí un atrevido versificador, que ensayaba rimas nada frecuentes, cuando Federico Muelas publicó la primera versión de sus Siete décimas en loor de Nuestra Señora de la Luz, patrona de Cuenca. La décima es una forma poética que se forma con diez versos octosílabos, rimados en una peculiar combinación: primero con cuarto y quinto, segundo con tercero, sexto con séptimo y décimo, octavo con noveno, o sea, abbaaccddc. La invención parece corresponder al poeta malagueño Vicente Espinel, y por eso se la conoce también como espinela, y alcanzó notable difusión en los siglos de Oro, precisamente por su dificultad técnica y porque era una época en que abundaron los buenos poetas, aunque también hay ejemplos modernos muy valiosos, como Gerardo Diego o Jorge Guillén, que la emplearon con frecuencia.
            Federico Muelas sigue la estela de ambos, que contaban con la admiración declarada del poeta conquense, singularmente el primero, con quien mantuvo intensa amistad, hasta el punto de que Diego prologó su gran libro, Cuenca en volandas, en el que se incluyen tres de las décimas dedicadas a la Virgen de la Luz. Uno de esos versos, “Serrana espiga morena”, bien se puede considerar como la más definitoria seña de identidad de
            La primera versión de las décimas se publicó en el periódico Ofensiva el 1 de mayo de 1949 y traslada una profunda emoción poética, en la que se combinan al tiempo el sentimiento popular, la devoción religiosa y la influencia del paisaje en que se enmarca la situación material de la imagen, en el extraordinario recinto rococó del templo que la acoge. A lo que se une una sorprendente calidad técnica en la aplicación a los versos del rígido esquema de una décima, considerada por muchos tratadistas como la más difícil fórmula poética jamás inventada.
            Estas son las décimas de Federico Muelas:

    Canta el Júcar a tus pies
su clara estrofa bravía.
Yo sólo digo: María
te traigo rumor de mies.
Rumor de pueblo que ves
implorando tu favor.
¡Madre, ser quiero pastor,
pastorear tus loores
y, colmenero de amores,
catarlas para tu amor!

    Serrana espiga morena.
dí, ¿qué sembrador divino
entre la roca y el pino
lanzó tu semilla buena?
Tu vocación de azucena
para gala del nevero,
¿Quién desvió hacia el sendero?
¿Quién la trajo hasta el hogar?
¿Qué sol, qué fuego de lar
le dio a tu rostro tempero?

     ¿Quieres, divina doncella,
honrar nuestra morenía
o decorar nuestra umbría
con tu claridad de estrella?
Clara sombra que destella;
sol que te dejas mirar;
alumbra mi caminar
Luz a nosotros venida;
caldea el alma aterida
para que pueda volar.

     Difícil tierra la mía
para caminar a ciegas.
¿Cómo andar si tú no llegas
a alumbrar la serranía?
Pero si tu luz nos guía,
Madre, seré peregrino.
Ni me arredrará el espino
ni me encantará la flor.
Virgen de la Luz, fulgor
encendido en mi camino.

     Ya escucho el silbo amoroso
congregando tu ganado.
Ya el perdido, rescatado,
vuelve al redil presuroso.
Madre del Amor Hermoso,
¡ya siento hermano valor!
¡Ya estás, Madre del Señor,
entre nosotros de nuevo!
Ya encendido al pecho llevo
en tu candil mi fervor.

     Pasada la noche oscura
vuelve la luz de tu día.
La sacrílega porfía
se refugia en la espesura.
¡Madre, entre las madres pura:
condúceme al praderío
que decirle quiero al río
para que lejos lo cuente
que está en su ermita del Puente
la madre del pueblo mío!

    Más que el viento rondando;
aún más que el chopo doncel
o la voz del Júcar, fiel
le sea Cuenca, tu amor.
No tiene gala mejor
la belleza de tu suelo,
que esta paloma que en vuelo
vino desde el cielo un día
para que la Serranía
fuese antesala del cielo.


                                        
                                          TENDERETES EN 1981 (Foto Pinós)


            En una línea completamente diferente, eligiendo la fórmula del romancillo popular, Camilo José Cela (el escritor de ámbito internacional que mayor abundancia de textos ha escrito sobre Cuenca), sintió también la atracción de la figura amable de la patrona de Cuenca y le escribió esta Coplilla a la Virgen de la Luz.

Santa María de Cuenca
flor del espino.
Un monje recoleto
cada tomillo.
Pájaros voladores,
flor de aliaga.
Sangre que aplaca el viento
cada retama.
Santa María de Cuenca,
paloma airosa.
Madre de Dios, un soplo
gacela y rosa.
Caballo desbocado,
flor de romero.
Un romero te alaba
por cada espliego.
Cien lobos te defienden
flor de la jara.
Como cien corderuelos,
la mejorana.
Santa María de Cuenca,
alto alcotán.
Mariposa que anidas,
en el breñal.



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