LA NUEVA MÚSICA



Está muy bien que, aún de forma muy esquemática y reducida, se haya querido celebrar el Día de la Música, ayer domingo, en que coincidían a la vez la llegada del verano y el fin del estado de alarma. Durante los meses primaverales han ido pasando, en silencio, el Día de la Poesía (21 de marzo), el del Teatro (27 de marzo), el del Libro (23 de abril),  el de la Danza (29 de abril) o el de los Museos (18 de mayo), fechas todas que tienen el valor de recordarnos la existencia de tales actividades, porque no todo va a ser el Día del Padre, el de la Madre o el de Halloween, que las cosas relacionadas con la cultura también tienen su corazoncito y merece que se les dedique un poco de atención siquiera sea al hilo de esas citas anuales.

En este caso no ha habido (hablo de Cuenca, claro) un gran acontecimiento en un escenario apropiado sino que el promotor de la fiesta, el Ayuntamiento, ha decidido repartirla por distintos lugares de la ciudad, donde han actuado algunos de los grupos que tienen una mayor consistencia organizativa, ofreciendo repertorios de diferentes especialidades, de la clásica al jazz. Quizá a faltado, diría yo, por aquello de hacer siempre un aporte crítico, algo más de difusión, capaz de llegar a niveles de población generalmente inmunes a este tipo de situaciones, pero está claro que los que se enteraron lo pasaron bien, y eso es lo que importa.

Con ello, poco a poco, sin especiales alharacas, emprendemos el camino de la normalidad, con la duda poderosa de si, efectivamente, alguna vez vamos a recuperar tal cosa o estaremos condenados a vivir este sucedáneo que ahora tenemos.

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