LÁGRIMAS POR MANOLO OSUNA





Las piedras de Ercávica habrán dejado caer hoy alguna lágrima dolorida. Durante siglos, esas ruinas situadas a la vera del Guadiela, en el sitio de Santaver, estuvieron sometidas al vaivén de historiadores desconcertados que tan pronto colocaban allí un sitio como otro. Casi nadie apostaba porque fuera el punto exacto de localización de la legendaria Ercávica, aquella “potens et nobilis civitas” que citó Tito Livio y que siglos más tarde sería el centro operativo de una kura musulmana, la de Santabariya. Manuel Osuna era un joven arqueólogo destinado a Cuenca y aquí hizo varias cosas muy meritorias. Una de ellas, poner en marcha el Museo Arqueológico, contando con la colaboración de Paco Suay. Otra, localizar con precisión casi matemática la ubicación de Ercávica, siguiendo los pasos que le fue marcando el párroco de Cañaveruelas, Fernando León Cordente. Y así, como por arte de magia, se acabó la polémica y Ercávica está ahí, donde Osuna dijo que estaba. Fue concejal del Ayuntamiento, delegado provincial de Cultura y publicó varios libros en una colección ejemplar que ya nos gustaría ver recuperada. Luego se fue de Cuenca, siguiendo el rastro invencible de su Andalucía natal y aquí sólo quedó un leve recuerdo, que ahora resucita con la noticia de su amarga muerte a manos de la epidemia terrible que nos está amargando la primavera.

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