EL ESPLENDOR DEL CUERPO HUMANO



             Parece que hay algo evidente: los seres humanos tenemos cada vez más cuidado con que nuestro cuerpo esté limpio, aseado, perfumado e higienizado. Cierto que de vez en cuando nos asaltan imágenes cochambrosas que vienen a demostrar que el mundo no es perfecto y que donde menos se espera aparece una especie de detrito maloliente y sucio que altera la tranquilidad de los espíritus burgueses. Eso, el afán de sentirnos y que nos vean pulcramente aderezados justifica, me parece, el esplendor que se registra en el mundo de las perfumerías, patente en el bombardeo continuo de imágenes publicitarias en TV (y en otros medios también) lo que permite deducir que tras esas campañas hay un boyante negocio que puede distraer millones para invertir en publicidad.
            Y sin ir más lejos no hay más que darse una vuelta por Carretería, esa calle principal de Cuenca sobre cuya crisis comercial se lamentan continuamente los plañideros de guardia, lloriqueando por cómo se cierran comercios tradicionales, sin querer analizar en las causas porque eso ocurre, salvo echar las culpas una y otra vez a la peatonalización, sin querer ver que las calles peatonalizadas son las de más brillante comercio en todas partes.



           Pero a lo que voy. La crisis no tiene nada que ver con las perfumerías, que encuentran acomodo en considerable número en Carretería, hasta el punto de que apenas si a primeros de año cerró una de ellas, Marionnaud, cuando ya se está preparando la apertura de otra, Perfumerías Avenidas, que desde Salamanca, donde está su sede central, viene a echar raíces aquí mismo.
            Entre todas las que hay, en mitad de la calle, Perfumería Pepe resiste impávida la competencia, proclamando, en su fachada, que desde 1934 está ahí, sólo superada en antigüedad por la Librería Evangelio, que continúa avanzando hacia los cien años de vida.


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