CULTURA LIMPIA Y DA ESPLENDOR





            Uno de los castigos, visuales y olorosos, que ha caído sobre las sociedades modernas, tiene forma de contenedores de basura. Los hay de todos los colores y de todas las especialidades: para material orgánico, papel y cartón, plásticos, vidrios, ropa y calzado y no se para cuántas cosas más, porque hay rincones urbanos en que se acumulan hasta siete, todos en fila y en servicio durante todo el día. No hay límite para que la ciudadanía acuda a ellos a descargar las toneladas de detritos que vamos generando en nuestras casas y establecimientos comerciales, como corresponde a una sociedad consumista y derrochadora.
            Creo que en algunos lugares están buscando e incluso ensayando otras fórmulas que pongan algo de control en este inmundo sistema que, a la chita callando, convierte las calles en un gigantesco basurero. No es el caso de Cuenca, donde todos parecemos muy felices con este despliegue y a lo más que se aspira es, en algunos lugares concretos, como la Plaza Mayor, que estén soterrados, por aquello de que lo que no se ve no molesta, como si no existiera.
            De todos modos, y siendo esto así, hay algunos lugares que, siquiera por prudencia municipal, deberían estar libres de este despliegue de suciedad. Por ejemplo, un lugar tan digno como la Casa de Cultura, sede de la Biblioteca Pública del Estado, a la que van diariamente cientos de personas, no debería tener en la mismísima puerta esa colección de contenedores. Seguro que, puesto que al parecer son inevitables, podrían estar unos metros más hacia allá. Digo yo.



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