REDESCUBRIMIENTO DE EMILIO MORALES
Una considerable
sorpresa, ciertamente agradable, ofrece Emilio Morales con la exposición que se
encuentra abierta (hasta el día 14) en
el Centro Cultural Aguirre, cuyas características generales vienen a romper la imagen
hasta ahora consolidada de este ya veterano artista. En efecto, la amplia
muestra destaca especialmente, en una primera mirada, por la presencia de
cuadros de grandes dimensiones, que requieren por ello mismo un amplio espacio
de aire a su alrededor, para facilitar la cómoda comprensión de unas propuestas
estéticas que también introducen conceptos nuevos, tanto por la variedad
cromática como por la atrevida inmersión en el ámbito de la abstracción,
territorio en el que el artista parece encontrarse muy cómodo, con una paleta
que se mueve con dúctil facilidad en la búsqueda de emociones muy intensas.
En este conjunto
destacan los paisajes urbanos (excelente la visión de Tokio) marcados por unos
trazos vigorosos que penetran en la atmósfera circundante ofreciendo la
impresión de un ámbito decadente, impersonal, en el que no se aprecia la
presencia de seres humanos pero que, a la vez, nos introduce en un mundo que
facilita la percepción de sensaciones vitalistas animadas por esas estructuras
incorpóreas que ofrecen una valiosa impresión. A la vista de esta colección de
cuadros, tan hondamente penetrantes en la percepción del espectador, la figura
del artista se engrandece para venir a decirnos que ya no es el joven tímido a
la búsqueda de un camino difícil de definir sino que ha logrado entrar
plenamente en la madurez creativa.
En esta muestra
de una treintena de pinturas no podían faltar, como es casi lógico y natural,
las referencias a Cuenca, presente en varias obras de marcado carácter
naturalista e incluso con influencias ecológicas.
Comentarios
Publicar un comentario