LA MEMORIA DEL DIBUJANTE
Todavía quedan días (ya pocos: hasta el
15 de este mes) para dar un paseo por las salas del Centro Cultural Aguirre y
dejar que la mirada se entretenga en seguir los trazos habilidosos que dos
excelentes dibujantes, Francisco León Meler e Isidoro González Adalid pusieron
sobre el papel para recoger la realidad de los paisajes urbanos de Cuenca. Realidad
de entonces, de hace más o menos medio siglo, distancia temporal que siempre se
presta al entretenido juego de buscar diferencias y concomitancias que, en el
caso de nuestra ciudad, son muchos, considerables en algunos aspectos.
Acertadamente
se titula la exposición La memoria del
dibujante. Hay aquí, en efecto, mucho de memoria, la nuestra y la que esos
dibujos recogieron de manera parsimoniosa, detallada, para dejar constancia de
cómo era lo que entonces existía y con qué puntualidad fiel lo recogieron los
autores de esos trabajos. Antes de que se inventaran los actuales mecanismos de
reproducción, envueltos en una maraña de tecnología punta, lo que estaba en
vigor eran la mirada y la mano, la visión de lo existente y la forma en que podía
ser trasladado al papel, en un ejercicio de habilidad amanuense, ciertamente
admirable.
Hay
visiones globales, como la que he elegido para ilustrar este comentario, con la
ciudad vista de manera amplia, dando forma a un frontal cuyos detalles se
pueden seguir al milímetro y otros aspectos de detalle, rincones, callejas,
edificios. Contemplando esta exposición se comprende, una vez más, cuan grande
es la generosidad de esta ciudad, capaz de prodigar múltiples imágenes, a cual
más sugerente. Estos dos arquitectos dibujantes lograron captar muchas de esas
imágenes que ahora tenemos a la vista, para sorpresa y maravilla.
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