SEPTIEMBRE IMPERTÉRRITO
Cuando llegue septiembre es una
deliciosa comedia de enredo, dirigida en
1961 por Robert Mulligan, con una despampanante Gina Lollobrigida calentando
los ánimos y las neuronas juveniles de quienes por entonces padecían los
rigores del puritanismo católico tan querido por los censores del franquismo,
que no podían impedir, pese a todo, que la exuberante anatomía de la italiana
provocara sudores y otras cosas. Menos sensual es Septiembre (Woody Allen, 1987) pero sin embargo posee una tremenda,
inagotable carga de emociones en profundidad, probablemente la obra maestra de
un maestro del cine, la preferida por muchos de quienes nos proclamamos adictos
al genio de Manhattan, que parece saber navegar impertérrito entre los oleajes
de la intolerancia.
Cuando llega
septiembre cambian muchas cosas. Curso nuevo, temperaturas nuevas, planes
diferentes, objetivos distintos. Así ha sido siempre. Ahora ya no. Si alguien
hubiera entrado en hibernación (del tipo que sea, físico o mental) en junio y
volviera ahora a la vida, se encontraría con las mismas cosas que entonces
estaban pendientes, incluyendo el Brexit, las locuras de Trump y la formación
de gobierno en España. Y al poner en marcha la radio o el televisor, oiría a un
siempre airado Pablo Iglesias diciendo las mismas intemperancias absurdas e
ilógicas que decía hace seis meses.
No hay cambio, no
(bueno, uno sí: al loco de Salvini lo han echado del gobierno italiano, aunque
amenaza con volver con más fuerzas). Pero el cambio que más deseamos, creo que
casi todos, tampoco se deja ver. Por aquí, en Cuenca, las cosas también siguen
estando tal como estaban, sin que aparezcan por ningún sitio las presuntas
novedades que iba a traernos el cambio de corporación. Salvo porque sí son
diferentes las personas que ahora se hacen las fotos y se ponen delante de los
micrófonos para hacer declaraciones, todo lo demás sigue siendo exactamente
igual. Al fin y al cabo, la característica más peculiar de Cuenca (yo creo que
nadie más la tienes) es la de ser Impertérrita. Lo que, bien mirado, puede
resultar una pena.
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