GUSTO DE VER A EL MANCHAS
Quince días han sido pocos, y menos aún
si son en pleno verano, pero eso es lo que ha durado el tiempo de oportunidades
para poder disfrutar, sonreír y pensar viendo la obra de Antonio Mancheño, El
Manchas, que ha estado expuesta en la Sala Iberia con un título que, en su
escueta combinación de palabras y números, es toda una declaración de
intenciones: “2018 extraño año”. Una treintena de obras en torno a los doce
paneles dedicados, uno por mes, a ofrecer una visión muy personal de lo que fue
aquel año, el pasado, tan cerca y, sin embargo, ya tan alejado en la percepción
de las cosas sucedidas, que ahora cobran vida nueva a través de la visión del
artista.
Se trata de una
peculiar y originalísima colección de “estampas conquenses” de arte pop e
influencia americana donde el paisaje es Cuenca, aunque la Cuenca cotidiana que
habita este conocido ilustrador, con espacios como su taller o la taberna Jovi,
pero una Cuenca también imaginada, “rara”, según reconoce él mismo, con un
dinosaurio invadiendo la ciudad o un astronauta gigante sobrevolándola. El hilo
conductor es un calendario de estampas conquenses: doce cuadros cada uno
dedicado a un mes del año, y con escenarios conquenses aunque alguno podría
atribuirse a cualquier ciudad del mundo.
Obras en gran
formato de animales como el rinoceronte o el oso polar, astronautas, la goma
Milan o Tom y Jerry complentan la muestra junto a objetos, esculturas y alguna
pintura de amigos artistas como Salva, Fernando Buenache, El Pesca o Antonio
Pérez y que podrían corresponde a un género intermedio entre el cómic y el
pop-art, con claras influencias de personajes animados del cine. En cualquier
caso, como ocurre siempre con las citas con El Manchas, ha sido una oportunidad
excelente para salir de lo anodino y entrar de lleno en la originalidad, a la
que algunos hemos podido llegar a tiempo, casi en el límite. Es lo que tiene el
verano.
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