EL CARDIÓLOGO Y EL JAZZ
Hasta ahora, mi
cardiólogo era un señor serio, amable, amparado por un estilo profesional a la
vez que con un punto de ironía que ayuda a disminuir la tensión con que el
paciente se acerca a la consulta. Hasta ahora, mi cardiólogo era esa persona
que me recibe una vez al año, teniendo en la mano (o en la pantalla, que viene
a ser lo mismo) los resultados del ecocardiograma que me han hecho unas horas
antes y en los que, presumo, él lee cosas para mí incomprensibles pero que
intenta explicarme, tras haberme hecho otro electro, tomarme la tensión y
aplicarme el estetoscopio por delante y por detrás, buscando esos mensajes
misteriosos que los latidos transmiten a través de los mecanismos médicos para
decirle a él, mi cardiólogo, cómo van las cosas por dentro de mi cuerpo. Cada
año, hasta ahora, el resultado es similar: esto va bien, me dice y me explica
los matices de esas líneas misteriosas que sirven para detectar el
funcionamiento de mi mecanismo interno. Y nos despedimos, satisfechos ambos de
que, aparentemente, tengo un año más de vida, no se si totalmente garantizado pero al menos con
algunas garantías. La secretaria me da la cita oportuna para dentro de doce
meses y ese es, en principio, el tiempo que tardaré en volver a encontrarme
cara a cara con mi cardiólogo.
Pero ahora, sin
embargo, lo tengo enfrente, de manera inesperada. Y lo que dice no tiene nada
que ver con las aurículas y los ventrículos, ni con la aorta ni con ninguna
otra cosa que tenga que ver con el corazón. ¿O sí? Mi cardiólogo está en un
escenario, cantando The way you look
tonight, y después de eso, que no es un arrebato de exotismo, ni un
arranque de figureo a la moda, vienen más, otras muchas canciones, alguna
incluso cantada en español y más aún, alguna otra él mismo es el autor. Desde
el estrecho rincón en que he podido ubicarme, en la Plaza de la Merced, sigo
realmente maravillado las evoluciones vocales de Javier Viñas, mi cardiólogo
trasmutado en vocalista de jazz y busco, en su forma de actuar y transmitir, lo
que hay en escena del mismo médico, serio, atento, que me analiza una vez al
año.
Ha sido un
descubrimiento (ya se que otros muchos conocían perfectamente esa dualidad), no
solo de él, sino del grupo que encabeza, The
Heart Swingers (ha lo ven: ahí está heart, corazón, para que no haya dudas), que dirige con mano diestra Manuel Murgui y que en esta
noche agosteña, en la Plaza de la Merced, supera con mucho (deben ser diez o doce) una formación convencional
de jazz, trío, cuarteto o quinteto para llenar de sonidos y melodías la
acogedora placeta barroco situada en el corazón de Cuenca. Me hubiera gustado
hacer una foto, pero no la tengo y tampoco he podido localizarla en las webs
habituales, como si nadie la hubiera hecho. Nos conformaremos con esa otra, para
ilustrar este comentario. Mi cardiólogo, el médico metido a vocalista de jazz,
es el del centro. Ahora me siento mucho más cerca de él y lo veré aún con mayor
simpatía cuando vuelva a la consulta anual, dentro de varios meses.
Comentarios
Publicar un comentario