REHACIENDO LAS CASAS COLGADAS
Da un poco de grima contemplar así
el edificio más emblemático de Cuenca, el que sintetiza el espíritu de la
ciudad, al menos de puertas para afuera. No hay mayor reclamo turístico que las
Casas Colgadas y más aún si se las pone en relación con el vecino Puente de San
Pablo, formando ambos elementos el paradigma simbólico que tanto atrae a
nuestros visitantes y, a lo mejor, incluso a los propios conquenses. Los
aficionados a fotografiar el venerable edificio tienen ahora una mala época; si
acaso, queda un leve resquicio en los ventanales que se asoman a la hoz del
Huecar pero el resto del inmueble se encuentra como vemos, envuelto en la
imprescindible malla protectora que oculta lo que está pasando en el interior.
Rehacer la historia de este desastre
nos llevaría mucho tiempo y no pocos lamentos. Basta recordar que el
mesón-restaurante se cerró en el año 2013, poniéndose en marcha entonces el
lentísimo proceso para su rehabilitación que afronta problemas de tipo estructural en forjados y
cubiertas junto con el deterioro de las fachadas, principalmente en los
recubrimientos de caliza; han de renovarse las carpinterías, en especial las
balconadas de la fachada a la hoz y deberá modificarse por completo la
instalación eléctrica, fontanería, saneamiento y climatización. Cuando se
anunciaron las obras, los voceros de turno, con su habitual optimismo,
adelantaron que todo debería realizarse de manera que en el verano de 2018
pudiera quedar abierta la nueva instalación. Pasó el verano de 2018 y, tal y
como van las cosas, también el de 2019; al nuevo Ayuntamiento corresponde ahora
poner en marcha los mecanismos para poder adjudicar la gestión práctica del
restaurante, aquel que fue el más apetecible lugar de Cuenca para disfrutar de
una buena comida. ¿Volverán las oscuras golondrinas a brillar aquí como lo
hicieron antaño? El tiempo lo dirá.
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