ESTIVAL VISTE CUENCA DE MÚSICA



        
Vive la ciudad, esta ciudad, o sea, Cuenca, durante estos días, una especie de impregnación de música y otras disciplinas afines, al amparo de un título ya asentado, y eso es muy importante -porque cuando estas cosas empiezan nadie puede aventurar cuál será su destino, tan procelosas son las cuestiones que tienen que ver con la cultura- porque refleja la existencia de un trabajo constante, continuado, y Marco Antonio de la Ossa lo viene haciendo desde que puso en marcha, hace ocho años, Estival Cuenca, iniciativa del todo privada aunque tenga detrás el imprescindible apoyo de los dineros públicos y otros procedentes de varias entidades particulares, y eso también, lo uno y lo otro, tiene su mérito. 
       De manera que hace unos días se puso en marcha la octava edición de Estival Cuenca que se desarrollará hasta el 6 de julio, con una propuesta básicamente musical, pero también otras cuestiones anejas, como el Estival Zen que dejó al personal encantado aunque molido.
        La presente edición cuenta con la tradicional mezcla de artistas locales (23 en total) con nombres muy destacados  del panorama nacional e internacional (con un total de 33 artistas, conjuntos, conferenciantes y solistas procedentes de nueve regiones españolas y seis países de hasta cuatro continentes distintos), además de una fusión entre juventud y veteranía, desde la joven debutante Pilar Cuadrado hasta el maestro Pedro Iturralde, que cumplió 90 años encima del escenario de Estival Jazz. La acción se ha distribuido con un total de 57 actividades repartidas por 16 espacios entre los que se estrenan el Espacio Torner y el 'Centro de Artes Ria pi ta'. Iniciativas que tienen la música como hilo conductor pero que se centran en otras artes como el teatro, la danza, el cine, la actividad física o incluso la gastronomía. Otras novedades han sido el Estival Creadores Market, que se emplazó en el Claustro del Parador del 29 de junio al 6 de julio y mostró el trabajo de los artesanos conquenses, además de las actividades propiciadas por la Biblioteca Municipal del Centro Cultural Aguirre.

      Pero, desde luego, el punto central, el elemento neurálgico de la cita es el atrio del Parador Nacional “San Pablo”, un lugar espléndido por su propia estructura y por tener como fondo de escenario el inmenso paisaje del roquedo del Huécar y que, además, permite otro tipo de disfrute de la música. Frente al ceremonioso y rígido espacio de un teatro o un auditorio, donde está mal visto moverse, toser, estornudar o beber agua, no digo ya un bocata o una empanadilla, San Pablo ofrece un ámbito abierto, informal, donde se puede hacer todo eso que he citado, sin molestar a nadie. Eso sí, cuando llega la tormenta y hay que desocupar a toda prisa el lugar, como ocurrió el lunes, la situación es más molesta pero generalmente el personal lo acepta todo con la alegre y distendida inconsciencia que es necesaria para afrontar estas situaciones, así que De Pedro tuvo que actuar, brevemente, en un escenario improvisado, dentro del Parador. Pero esto, digo yo, también tiene su encanto. 


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