EL RETORNO DE JOSÉ GUERRERO
Casi todos los buenos artistas (e incluso algunos que no
son tan buenos) resultan reconocibles a simple vista, por poco que el
espectador tenga algún conocimiento de su obra. Entre ellos, José Guerrero no
oculta su filiación ni la disimula en forma alguna; basta asomar la vista a la
sala donde cuelgan sus cuadros para que la mirada capte de inmediato la
fortaleza de un universo creativo en el que el color es el factor dominante. Un
color claro, rotundo, fuerte, definido con firmeza, llamando a cada cosa por su
nombre (el azul es azul, el rojo es rojo) para en la combinación luminosa de
todos ellos proclamar alegremente la vocación lúdica de un artista que ahora,
veintiocho años después de su muerte, regresa a Cuenca; naturalmente, a su
ámbito apropiado y justo, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, donde estará
hasta el 29 de septiembre.
José Guerrero, granadino de nacimiento, español de
vocación y carácter, renunció a esos principios naturales para afincarse en
Estados Unidos en busca de lo que él llamó la modernidad, que por aquí se le
resistía. Del país americano regresó en 1966, motivado, entre otros, por la
amistad que había entablado con Fernando Zóbel, que justamente ese año abría
las puertas del Museo. Guerrero no se limitó solo a ser espectador de aquel
brillante suceso, al que aportó varias obras muy significativas de su estilo,
sino en pleno entusiasmo vitalista, que le era consustancial, adquirió casa en
Cuenca, en la plaza del Trabuco, y aquí se vino a residir durante largas
temporadas, alternando la estancia con Madrid y Nerja, formando así una
trilogía de sensaciones vitales en las que encontró acomodo e inspiración
visual.
Por eso es plausible hablar ahora del retorno de Guerrero
a uno de los lugares que en ese regreso a España ayudaron a definir su obra,
que vuelve a exponerse de manera espléndida y esplendorosa en las paredes del
Museo. Dicen los entendidos que La brecha
de Viznar es el cuadro más característico y significativo de su trabajo, en
el que además es posible rastrear la sombra, siempre conmovedora, de Federico
García Lorca, asesinado precisamente en aquel lugar, pero este es solo uno de
los elementos que forman el ensamblaje de un conjunto pictórico bautizado como Pelegrinaje, con el que se recorre un amplio
muestrario del trabajo, siempre intenso, siempre llevado al límite de la
pasión, con que José Guerrero retorna a Cuenca y al Museo de Arte Abstracto.
Comentarios
Publicar un comentario