EL COLOR DEL CRISTAL
Es un dicho viejo: nada es verdad ni
mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. Y si el cristal es
de naturaleza política, se puede decir a la vez lo mismo y su contrario.
Lo primero que hizo el nuevo alcalde
de Cuenca, Darío Dolz, fue anunciar la eliminación de las cámaras de control de
tráfico en el casco antiguo de Cuenca, perverso sistema implantado sin
encomendarse a nadie (y menos que a nadie, al sentido común) por un equipo
municipal arbitrario e insensato. Noticia recibida con plena satisfacción por
los vecinos, los comerciantes, los hosteleros y los visitantes. Por todos, no:
el portavoz de la oposición, o sea, del PP, se apresuró a anunciar una posible
demanda por una también posible prevaricación del alcalde. Si Darío Dolz
estuviera seguro de que lo debe hacer, esa amenaza le hubiera importado un
pimiento: si quieren ir a los tribunales, que vayan, y allí ya veremos, debería
haber dicho, manteniendo su criterio, que es justo y razonable. Pero no: el
alcalde y sus compañeros se han acobardado y dan marcha atrás. Para completar
la retirada, les presentan un papel llamado informe, redactado desde la óptica
del PP, que igualmente recomienda no seguir adelante con el plan. Y Dario Dolz
vuelve a acobardarse y retrocede, retrasando la entrada en vigor de la medida.
Al mismo tiempo, sus colegas de
Madrid deciden eliminar de un plumazo el ambicioso programa Madrid Central que
pretendía introducir racionalidad en la capital de España y reducir los
gravísimos niveles de contaminación que padece esa megalópolis. Dicho y hecho,
la medida ha entrado en vigor este primer día de julio, sin que valgan
protestas vecinales ni artículos de opinión. Al alcalde de Madrid le trae sin
cuidado que le denuncien por posible prevaricación y menos aún le importan los
informes técnicos manipulados desde posiciones interesadas.
Así son las cosas, o sea, el color
de cada cristal, según se vea desde una óptica o desde otra. Qué suerte tienen
en Madrid y qué mala suerte nos cae en Cuenca, que parece condenada a estarse
siempre quieta y no avanzar nunca.
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