¿HABRÁ SUFICIENTE GENTE SENSATA?




Dice Raúl del Pozo en el inicio de su artículo de hoy (martes, 16), en la última página de El Mundo, que se nos aproxima “un Congreso caótico, con lo peor de cada casa, en el que se incluirá a periodistas, toreros y generales”, arranque terrorífico que el notable escritor conquense completa realizando a continuación un diseño, en verdad muy ajustado a lo que tenemos entre manos, para llegar a una conclusión que, para contradice lo dicho antes, alumbra una gota de esperanza: “Pero al final votará también gente inteligente y sensata”.
            Que es, aproximadamente, lo que yo pienso. A lo largo de estos cuarenta años de ejercicio de la democracia (y que no han sido plenamente democráticos, en el sentido estricto del concepto) que han llevado consigo también el ejercicio de un periodismo crítico y activo, he aprendido que nada importa la farragosa palabrería de las campañas electorales. Menos aún la de esta convocatoria, tan turbia, tan escandalosa, en la que dos candidatos, los de la derecha normal (hay que distinguirlos de la extrema derecha, aunque todos ellos sean aliados en el objetivo común de causar daño a este país) han emprendido el suicida camino de la autodestrucción, alumbrando cada día un disparate mayor que el del día anterior.
            Todo en la campaña es turbio, confuso, plagado de trampas y falsedades, a lo que contribuyen unos medios informativos que han olvidado su razón de ser. Unos, los digitales locales, se limitan a reproducir tal cual todo lo que le echen, sin importarles un comino el fondo de la cuestión; otros, los impresos, prefieren pasar de puntillas, como si la cosa no fuera con ellos. Todos preocupados por lo mismo, la publicidad, que no falte.
            Al final, ya saben, según la premonición del articulista conquense: habrá gente sensata, quizá incluso inteligente, que no se dejará embaucar por la tormenta farragosa y oscura para introducir en la urna la papeleta justamente necesaria. Pero, añado yo, ¿será suficiente?

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