PEDESTAL VACÍO



Produce una cierta sensación parecida al desasosiego entrar en el Museo de Arte Abstracto y encontrar, justo de frente, lo primero de todo, el pedestal vacío en que desde el primer día se asienta el Abesti gogorra IV, la monumental escultura de Eduardo Chillida, convertida en seña de identidad del Museo. No pasa nada especial, no ha ocurrido ningún desastre; simplemente, algo normal en el mundo de los museos: está cedida temporalmente para una exposición en el País Vasco. O sea, que volverá a Cuenca en cualquier momento y recuperará el sitio que le corresponde, el mismo en el que nos hemos acostumbrado a verla durante años y años.
El Abesti gogorra conquense es el cuarto de la serie de trabajó Eduardo Chillida (1924-2002) en madera de chopo; hay un quinto, en piedra, depositado en un museo americano, pero este que forma parte de nuestras vidas posee una expresividad intangible pero cierta, que transmite una sensación ambivalente, de poderío por un lado, de honda emotividad por el otro. Las piezas de sólida madera han sido trabajadas de modo tal que las formas obtenidas, magníficas, producen en el ánimo del espectador la emoción natural que siempre suscita la belleza.
El pedestal vacío situado en la entrada del Museo sorprende y, en principio, disgusta. Luego entendemos la razón y nos invade un cierto orgullo: en otros sitios también podrán gozar, aunque sea durante un tiempo limitado, de ese maravilloso espectáculo. Y luego, la escultura volverá a Cuenca, a su sitio natural.

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