LA CIUDAD, A TRAVÉS DEL ESPEJO
Poco, muy poco tiempo, apenas una
semana, ha podido verse en la Sala Iberia el singular montaje preparado por un
equipo de jóvenes arquitectos para rememorar, reencontrar o recuperar imágenes
que formarían solo parte de la memoria de los seres vivos, si no fuera porque
nuestra civilización dispone de dos poderosos elementos, la documentación
conservada en los archivos y las fotografías. Con su ayuda (y con la de otros
elementos visuales) se ha podido dar forma a una reconstrucción casi ideal que
nos ha permitido viajar en el tiempo, para retroceder prácticamente un siglo,
hasta las décadas iniciales del XX, cuando se diseñó una ciudad de Cuenca que
enlazaba con las formas de la modernidad y que, desgraciadamente, quedó
interrumpida.
El punto de arranque de este proyecto
expositivo (que, por desdicha, ya no se puede ver, tan corta ha sido su
permanencia) fue la pequeña crisis provocada por el singular suceso de la Casa
Catalina, en la calle José Cobo, cuyo derribo comenzó para sustituirla por un
edificio de nueva planta. Por fortuna hubo una reacción que impidió el
desaguisado cuando ya estaba en marcha y forzó que la autoridad competente
hiciera lo que no había tenido tiempo de hacer durante décadas: declarar el
inmueble protegido y exigir que en la reconstrucción del nuevo se respete la
fachada tal como está, calificándola de un singular ejemplo de la arquitectura
modernista en Cuenca.
A partir de este caso se ha preparado
la exposición “'A través del espejo: el Modernismo en Cuenca”, en la que se ha
intentado ofrecer una visión panorámica sobre la evolución urbanística
experimentada por la ciudad en los años de transición del siglo XIX al XX, en
que se vivieron momentos de expectación vinculados a un cierto aroma de
progreso, apoyado en una positiva situación socioeconómica, lo que se refleja
en el traslado, ya imparable, de la población y de las estructuras, desde la
ciudad alta hasta la parte baja, donde se diseña un nuevo centro urbano, en
torno al parque de San Julián y Carretería y se construyen edificios públicos
de cierta envergadura como fue el Palacio de la Diputación, las Escuelas
Aguirre, el Banco de España, el primitivo Correos, la Casa Caballer y el propio
Hotel Iberia.
Ha sido, sencillamente, un acto de
meditación colectiva acerca de nosotros mismos, lo que somos como ciudad y lo
que deberíamos (y podríamos) ser con solo cumplir un mínimo requisito de
inteligencia y sensibilidad. La que han mostrado los impulsores de esta
exposición.
Me parece verdaderamente inverosímil, con el esfuerzo de preparación, y de investigacion, además de personal y económico, que conlleva preparar una exposición de este tipo y en una semana van y la quitan...
ResponderEliminarVamos que cuando fui el martes ya estaba desmontada.
No podía dar crédito.
Pues sí, así ha sido, para chasco de muchos.
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