EL PLACER Y LA BELLEZA, SEGÚN ÓSCAR PINAR
Sobre las exposiciones, y el arte en general, se
pueden decir muchas cosas. Lo hacen los críticos y analistas, aportando
observaciones, por lo general interesantes, que ayudan a los espectadores a
comprender mejor lo que el artista de turno ha querido expresar con su obra. Cierto
que, en ocasiones, los comentarios parecen ininteligibles, por lo rebuscado de
los textos, pero también es cierto que en muchas ocasiones aportan matices que
quizá no se captan en una visión apresurada.
Pero hay también algo más, que trasciende de los análisis
y los estudios para llegar a ese terreno más cercano que es el de la
emotividad, el del placer estético. Son sensaciones que se pueden encontrar
ante la obra de Óscar Pinar, una recopilación antológica desarrollada de manera
muy sensata por tres académicos conquenses (Miguel Ángel Moset, Pedro Miguel Ibáñez
y José Ángel García) responsables del eficaz montaje que en la Sala de la calle
Princesa Zaida nos ofrece ahora este inmenso placer.
No cometeré aquí ahora la pedantería de dejarme
llevar por un texto farragoso sobre el arte de Óscar Pinar, su facilidad para
inventar colores, la generosidad en el tratamiento de los retratos, el
puntilloso trazado de los edificios, el apasionamiento en los paisajes que se
extienden hacia el infinito, incluso queriendo desbordar los límites del marco.
Los entendidos ya han dicho lo que corresponde. Aquí solo quiero dejar
constancia de que estar en el centro de la sala, contemplando alrededor los
cuadros que forman la exposición, viene a ser un auténtico regalo para la vista
y para las emociones que, en definitiva, derivan de la belleza.
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