LOS PLACERES NOCTURNOS DE LA CATEDRAL
Desde hace unos meses,
la catedral de Cuenca ha puesto en marcha un programa de visitas nocturnas
guiadas, en las que se combinan, de manera bastante acertada, la historia, el
arte y la música. El viejo templo conquense, tantos siglos olvidado y tantas décadas
postergado parece estar viviendo una etapa de auténtico renacimiento a medida
que cubre etapas verdaderamente importantes, que han pasado por la implantación
de las nuevas vidrieras, la restauración de valiosas capillas, la recuperación
de hermosos retablos, la iluminación (que ha transformado visualmente el que
era un espacio oscuro, casi lóbrego, además de frío), la puesta en valor de los
órganos y tantos otros detalles que hacen ya de nuestra valiosa catedral gótico-renacentista-barroca
un antiguo placer para los sentidos.
He podido disfrutar de
unas de esas sesiones y lo recojo aquí, para compartir sensaciones con quienes
ya las hayan experimentados o para animar a hacerlo a quienes aún no hayan dado
ese paso.
El ambiente es
recogido, sosegado, sin ñoñerías espirituales, con ánimo abierto a gozar de las
sensaciones que la cita nos ofrece. El inicio tiene lugar en el coro, ocupando
los sitiales que durante siglos estuvieron reservados a los canónigos, mientras
suenan los primeros acordes del órgano. La voz de Gustavo Villalba da sentido y
entonación al ajustado texto preparado por Miguel Ángel Albares, que nos
acompaña por el paseo a través de las naves y de las capillas, con inicio
natural frente al arco de Jamete y distendido caminar en busca de algunas de
las maravillas, como el Transparente, la Capilla Honda, la de los Caballeros,
con remate casi final en la del Espíritu Santo. Una hora que se hace breve y
que alimenta el deseo de volver a por más.
Sería exagerado decir
que la catedral de Cuenca ha resucitado de sus cenizas. Digamos que está
viviendo un momento de maravilloso esplendor, brillante, luminoso, sonoro. Y
muy cerca de todos quienes la visitamos.
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