LA TORRE DE QUINTA Y PON



Desde hace años tengo la sana costumbre de no interferir con mis comentarios en las campañas electorales que nos llegan periódicamente, para satisfacción de los demócratas en general. Doy por supuesto que en tales coyunturas quienes se animan a participar en los comicios están obligados a incorporar a los llamados “programas” todo lo que se les ocurra y entre ellos habrá ideas sensatas, otras irrealizables y algún que otro disparate. De todos modos, como los programas se preparan para las campañas y no para su aplicación real y efectiva posterior, puede decirse lo que se quiera. Luego se olvida y aquí no ha pasado nada.
Pues a pesar de mi convicción de no interferir, no puedo evitar un comentario tras enterarme de que un partido político, Podemos, lleva en su programa, entre los compromisos a aplicar si llega a obtener el gobierno municipal de esta ciudad, “recuperar la imagen mozárabe” de la Torre de Mangana, dando por supuesto que esa es la auténtica que corresponde y que, además, para rematar la faena, serviría "como reconocimiento a las tres culturas que han influido en la actual configuración de la ciudad de Cuenca" lo cual, evidentemente, es otro camelo. En esta ciudad queda un insignificante rastro de los musulmanes y nada de los judíos; lo de las tres culturas va bien para Toledo y otros sitios, pero no para Cuenca.
La torre de Mangana no es árabe, ni mozárabe, ni mudéjar, ni medieval, sino cristiana y renacentista. Fue levantada inicialmente a mediados del siglo XVI, con una altitud muy inferior a la actual, pues apenas si sobresalía de los tejados inmediatos, prácticamente adosada a la casa de Hernando de Montemayor. Por eso, porque molestaba a los vecinos más próximos, se aumentó su altura, y así servía mejor de vigía para alertar a los campesinos del entorno en caso de dificultades. Allí se alojó el reloj de la ciudad, que hasta entonces había estado en la iglesia de San Andrés.
Yo comprendo que en el terreno de la demagogia un partido político puede decir todo lo que se le ocurra, pero en el de la historia, la cultura y el arte hay algunas limitaciones, derivadas del sentido común. Y sobre la Torre de Mangana lo mejor que podría hacerse, tal como yo lo veo, es dejarla en paz de una vez. No creo que haya en todo el mundo una torre emblemática de una ciudad que haya cambiado de aspecto ¡tres veces en un mismo siglo!, de manera que tres generaciones sucesivas de conquenses han conocido una Torre de Mangana diferente, la que existía a comienzos del XX, la que se diseñó en 1926 (ese pastiche coloreado de pastel burda imitación de lo mudéjar) y la actual.
Un programa electoral claro, directo y sensato, incluiría como principio básico no tocar las cosas que ya están consolidadas. No hay motivo ni necesidad para retocar nuevamente la Torre de Mangana. Déjenla ya en paz, por favor.



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