SE VENDE UN CONVENTO



            No es normal que se anuncie públicamente la venta de un convento, porque tales organismos parece que hacen de la discreción su norma de conducta. Que se rompe ahora, al menos en Cuenca, con esa gran pancarta que luce sobre una de las fachadas, la más visible, del que hasta hace un par de año fue sede de la Siervas de Jesús, dedicadas fundamentalmente a la asistencia domiciliaria de ancianos y enfermos, tareas en las que, por lo visto, han sido sustituidas por emigrantes, sobre todo sudamericanas que, por lo que cuentan, tienen una enorme paciencia y una sabiduría natural para tratar a personas con dificultades.
            Las Siervas han estado en Cuenca más de un siglo, desde que llegaron a la ciudad en 1895, ocupando ese noble caserón junto a la iglesia de El Salvador y con entrada principal por la calle que ahora se llama de Melchor Cano y antes fue del Espejo.
            ¿Para qué puede servir un convento de esas dimensiones y en ese lugar? En lo primero que se piensa es en un alojamiento hotelero, pero la cosa no parece fácil. El turismo en Cuenca no despega en cuanto a permanecer en la ciudad más allá del tiempo necesario para darse una vuelta por los museos o las hoces y tomar unas cañas con morteruelo en cualquier sitio. No parece que poner en el mercado 30 o 40 habitaciones más pueda ser un buen negocio, si los que hay apenas pueden sobrevivir con un poco de desahogo. El siguiente recurso es la cultura pero llegamos a la misma conclusión: de museos ya estamos bien servidos y de otras instalaciones no parece que haga falta nada para las que ya están. Con lo que llegamos a una perspectiva poco optimista: me temo que el vacío convento de las Siervas de Jesús va a seguir en esa situación y con el cartel de venta durante mucho tiempo.


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