MENSAJE DIGNO DE VERSE



            El de los grafitis es un tema recurrente, que ocupa espacio, generalmente mínimo, en los medios informativos, redes sociales y demás sistemas de transmisión de ideas o insultos. Como es lógico, casi todo el mundo lo hace para despotricar de esos maleducados (se supone que jovenzuelos) que entretienen sus ratos de ocio, por lo común de noche, en emborronar las paredes con cualquier zafiedad. Esta afirmación no es cierta por completo, porque hay frases muy ingeniosas, dignas de formar una antología con ellas, pero este comentario, que parece de justificación, no debe ocultar el hecho de que, en efecto, en un buen número de casos lo que hay por las paredes urbanas son auténticas porquerías y no lo digo solo por la suciedad que llevan consigo sino por la bajeza de los pensamientos (?) que transmiten.
            Ahora bien, ¿qué pasa cuando el grafiti en cuestión no se hace en tapia ajena sino en la puerta propia? Y si ese comentario, además de tener un apreciable trazo estético, obra de un artista, ¿transmite además una idea razonable y aceptable? Pues yo diría que en este caso los habituales improperios deben dejar paso a, por lo menos, una mirada comprensiva, si no cómplice, o aprobatoria.
            Que es lo que sucede viendo el mural con que la librería El Toro Ibérico ha ilustrado su propia fachada.

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