LUIS DEL CASTILLO, ABSTRACTO Y REAL
Todavía se puede
ver (hasta el 30 de noviembre) en la sala de exposiciones del Centro Cultural
Aguirre, la colección de fotografías que Luis del Castillo ha sacado de las
alacenas donde guarda miles de negativos para ofrecernos una peculiar visión,
la suya, de los más escondidos secretos de esta ciudad, que él ha pateado, como
otros muchos, sin duda, pero con la mirada atenta para encontrar en los
rincones más inesperados, un motivo sugerente, un instante preciso que alcanza
una personalidad inesperada cuando queda prendido en el objetivo de la cámara,
con ese gesto, a veces instintivo, otras bien meditado, que se traduce en un
sencillo click.
Uno se imagina a
Luis del Castillo haciendo lo que cualquier otro ser humano: pasear, dejarse
llevar de manera inadvertida, de acá para allá, siguiendo una ruta no trazada
previamente sino improvisada, siguiendo los pasos que marcan sus pies pero
sintiendo que los ojos van despiertos, atentos al espectáculo grandioso de lo
cotidiano, seguro de que en ese ejercicio distendido encontrará suficientes
motivos para cubrir sus propósitos. Y los halla, por supuesto, en tapias y
balcones, en puertas y ventanas, en detalles inapreciables, letras, números,
inscripciones, tuberías caídas, desconchones en las paredes, farolas.
Cualquiera diría que es la estética de la fealdad, pero yo prefiero señalar que
es la de la realidad que, por ello mismo, nos permite encontrar visualmente una
ciudad cierta, verdadera, no inventada ni retocada por los conocidos mecanismos
que la técnica pone a disposición de quienes quieren esconder esa verdad
mediante manipulaciones arteras.
El artista de la
imagen no ha buscado, en este caso, lo que de forma socorrida van siguiendo
tantos otros, la belleza plástica para la que tanto se presta el paisaje y el
casco urbano de Cuenca. Pero esta es, desde luego, otra belleza, impregnada
además de la capacidad poderosa de Luis del Castillo para desarrollar una
apasionada creatividad en la que confluyen el manejo de la luz y el color, los
grandes elementos de la fotografía, que en esta colección destacan por la
variedad de encuadres y la capacidad para transmitir sensaciones visuales que,
en algunos casos, ejercen una atracción vital, forzando que la mirada del
espectador se clave en esas imágenes tan sugerentes y, desde luego, tan bellas,
aunque el motivo recogido en ellas parezca responder a lo más insignificante de
una ciudad que, también ahora, surge ante los ojos con toda su potencia
interior.
Irónicamente, el
fotógrafo ha titulado su muestra “Cuenca abstracta”, jugando con las palabras y
los conceptos, porque nada hay más concreto, más real, que estas imágenes de
una ciudad existente, pero que hay que ver, mirándola. Ya saben: hasta el 30 de
noviembre se puede ver en el Centro Cultural Aguirre, dentro de esa excelente
serie de exposiciones que está organizando Carlos Codes a través del programa
“Excelencias”.
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