EL PASADO DE SAN NICOLÁS
Hace mucho tiempo que
nadie puede entrar en la iglesia de San Nicolás, ese pequeño templo situado en
la plazuela de su nombre, que forma un espacio recoleto, al lado de la
tumultuosa calle de San Pedro, donde coches, camiones, autobuses y peatones
luchan a brazo partido para poder ir de un sitio a otro sin que los primeros
atropellen o machaquen a los últimos.
La iglesia está
cerrada, tanto tiempo ya que se pierde en la memoria, porque pensaron en que
convenía hacer en ella obras de restauración lo que significa abrir las puertas
a un proceso tan largo como complicado. Lo único bueno es que al final las
cosas se hacen, aunque la gente de a pie, como yo, se desespere ante tanta
lentitud. Al fin llegó el año 2017 y empezaron las obras que, calculo yo, deben
estar ya para terminar.
Hace
un par de meses, durante esas obras, se descubrieron dos arcos del románico
tardío, correspondientes a la primitiva iglesia del siglo XIII. El que se
encuentra más completo podría haber sido una puerta al callejón de San Nicolás.
Es lo que pasa en ciudades como Cuenca, que en cuanto tocas algo del pasado,
sale a la luz lo que había debajo y así podemos ir recuperando fragmentos de
nuestra historia común. Eso sí, gracias a que los antiguos tenían la buena
costumbre de construir encima de lo que había; ahora no habría ocasión: lo que
estorba se derriba y desaparece.
Cuando
San Nicolás reabra sus puertas podremos disfrutar de ese pequeño, quizá
insignificante, fragmento de la Cuenca medieval, tan maltratado que sólo
podemos reconocer a través de estos pequeños trazos de meritorio valor.
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