REENCUENTRO CON RODOLFO LLOPIS
Siempre que se hace un esfuerzo por
recuperar una figura del pasado queda como una sombra de duda (o a mí me lo
parece), un no estar seguro de que ese personaje que algunos conocen muy bien y
valoran como un bien positivo, merecedor de ser conocido, sea igualmente
aceptado por quienes viven en el presente y que, con altísima probabilidad, no
tienen ni la más remota idea (bueno: a lo mejor un poco de idea) de quien fue o
qué representó la figura en cuestión.
Esta sencilla,
elemental observación, puede tener una aplicación muy directa en el nombre de
Rodolfo Llopis, que estos días se ha puesto de actualidad por un doble y
coincidente motivo. Por la mañana (era el día 24 de este mes de octubre) se celebró un acto en la Biblioteca Pública
del Estado para dar cuenta de la donación efectuada por su hijo, Rodolfo Llopis
Boyé, de un fondo formado por fotografías, documentos, recortes de prensa, revistas,
algunos objetos personales y libros de su colección personal. Con todo ello y
otros elementos aportados por la propia biblioteca se ha montado una sencilla a
la vez que ilustrativa exposición que podrá verse en el vestíbulo del centro
hasta el 24 de noviembre. Quizá lo más interesante del acto fue la intervención
de Rodolfo Llopis, hijo, que desveló una muy variada interpretación personal
sobre la vida de un personaje ciertamente atractivo, que resume en sí mismo una
amplia porción de la historia contemporánea de España.
La misma historia
que luego, por la tarde, pudimos ver a través de un documental, Rodolfo Llopis, la conducta del maestro, realizado
por Francesc Picó con material de archivo e intervenciones de varias personas que
ofrecieron una amplia panorámica sobre quien fue figura clave durante la República
y luego en el exilio, en Francia. Pedagogo, catedrático de Geografía en la
Escuela Normal de Cuenca durante 12 años, impulsor fundamental de la reforma
educativa en España, escritor y periodista de amplio registro, parlamentario
brillante, político rotundamente fiel a sí mismo hasta el final de su vida,
Rodolfo Llopis no es solo una calle de Cuenca, sino un personaje esencial en el
descubrimiento de la ciudad en los años veinte, esencial para conseguir la
definitiva implantación del Partido Socialista en la provincia. Un nombre, sí,
un recuerdo, también, pero de una vigencia actual sorprendente, del máximo
interés.
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