LA SOLEDAD RUINOSA DEL PALACIO DE LOS GOSÁLVEZ



            Hace unas semanas el diario El País publicaba una información, firmada por J.A. Aunión, sobre “Los dueños de la Lista Roja”, o sea, la Asociación Hispania Nostra, que año tras año, con una constancia encomiable, viene publicado los listados de los inmuebles en claro peligro de desaparición, en la mayoría de los casos por la confluencia de dos circunstancias: el abandono por parte de sus propietarios y la inacción de las instituciones públicas que podrían ayudar a detener el deterioro.
            El informe se abre con un ejemplo doloroso, doblemente doloroso, si tenemos en cuenta la fuente que proporciona datos y comentarios sobre el Palacio de los Gosálvez, sobre el que habla un panadero de Villalgordo del Júcar, que durante años fue presidente de la Asociación de Amigos del Palacio Gosálvez y que forma parte del grupo de personas que acompaña a los visitantes de este lugar, que se está viniendo estrepitosamente abajo desde que los dueños lo abandonaron y sin que pudiera prosperar un intento posterior de comprarlo y rehabilitarlo. Esa es la situación, lamentable y dolorosa. A lo que se une otra consideración: para informar de este caso hay que recurrir a Villalgordo del Júcar, provincia de Albacete que, en efecto, está cerca del sitio en que se encuentra el palacio. Lo que ocurre es que su situación geográfica exacta está en el término de Casas de Benítez, provincia de Cuenca, donde contemplan con total y absoluta indiferencia lo que allí pasa, como si no fuera con ellos ni tampoco con el conjunto provincial.
            Al Palacio de los Gosálvez he dedicado ya más de un artículo, incluyendo uno extenso en mi blog Notas para viajar por Cuenca. El Palacio de los Gosálvez es una casa solariega de estilo francés, un palacete de ribetes románticos, levantado a finales del siglo XIX en un paraje inmediato a la aldea de Puente de Don Juan, situada en la ribera del Júcar, donde la familia instaló un auténtico emporio industrial, destacando especialmente la factoría de Papelera Española, que durante años hizo de este lugar un hito de características insólitas en el seno de una economía rural básicamente agrícola. Paralelamente, los Gosálvez se dedicaron a la política y durante un par de décadas ocuparon escaños en el Congreso de los diputados.
            Todo ello, política y economía, se vino abajo con la Dictadura de Primo de Rivera y terminó cancelándose con la República; las industrias se fueron a otras zonas más receptivas y el palacio, abandonado, entró en el inevitable proceso de ruina, incluidos los saqueos que fueron reduciendo su patrimonio interior, sin que ni en el propio pueblo de Casas de Benítez, indiferente a la situación, ni en el ámbito cultural de la provincia de Cuenca se moviera un solo dedo para impedir el deterioro y eso que ya tardíamente acudió en su ayuda la pomposa declaración de Bien de Interés Cultural que, como suele ocurrir en tantos casos, no sirvió para nada, inutilidad oficial que llega hasta el día de hoy.
            Solitario, indefenso, comido por la vegetación espontánea que va apoderándose de todo el espacio circundante, el hermoso palacio de los Gosálvez agoniza, mientras un año y otro aparece en las Lista Roja del Patrimonio, ante la impotencia colectiva de una sociedad inmune a estos desastres.


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