LA HORA DE MANGANA
En este constante run-rún de cosas
que van a suceder en un futuro más o menos inmediato (en muchos casos, un
futuro indefinido), le llega ahora el turno a la Torre de Mangana, que va a ser
puesta al día por ese organismo benefactor al que van a parar todos los
desaguisados que se acumulan en la ciudad, o sea, el Consorcio de la Ciudad de
Cuenca, en buena hora creado para aliviar de pesares al Ayuntamiento, que así
se sacude no pocas moscas que, en caso contrario, seguirían revoloteando días
tras días. La noticia de que ahora van a poner manos a la obra de enderezar
(metafóricamente, se entiende) la situación de la Torre de Mangana, es buena
noticia, sin duda alguna, pero hay algo que me ha llamado sobremanera la
atención. En el estudio técnico realizado para explicar las características de
la intervención se hace un Informe demoledor sobre la nula acción de
mantenimiento que se ha llevado a cabo desde hace años, con detalles que pueden
llegar a ser espeluznantes sobre lo que ha venido ocurrido en el interior de
ese emblemático lugar con una situación de abandono total desde las escaleras a
la cumbre, incluyendo el reloj y sus complementos.
La restauración, dice el proyecto, se concentrará en
trabajos de rehabilitación, específicamente de conservación, mantenimiento y
consolidación, sin modificaciones formales ni alteraciones en su distribución y
recorridos, lo que es muy de agradecer, teniendo en cuenta la facilidad con que
se mete a mano a cualquier cosa existente, para cambiarle la apariencia. Bien
lo sabe Mangana, que ha cambiado de aspecto tres veces en menos de un siglo,
caso verdaderamente insólito en el repertorio de torres existentes en el mundo.
¿Se imagina alguien que la Giralda o cualquier otra torre famosa la cambiaran
cada dos por tres según el gusto del Ayuntamiento correspondiente.
Y ahora, un disgusto. Desde que se puso en marcha este
proyecto, los voceros municipales vienen cantando la novedad que, una vez
terminados los trabajos, se abrirá un circuito interior para hacerla visitable,
llegando hasta las alturas. Pero los técnicos nos lanzan un jarro de agua fría:
"las características de las distintas escaleras y accesos, a los niveles
superiores de la torre, hacen inviable un acceso público. Finalizadas las
obras, el acceso a visitantes sería posible siempre de manera restringida, en
grupos de no más de cuatro o cinco personas, y controlado bajo
supervisión".
O sea, de alegre cuchipanda turística para hacer fotos desde
lo alto, nada de nada.
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