EL CASO Y LOS CASOS DE CADA DÍA



            Algún curioso historiador de los medios de comunicación podrá establecer cualquier día de estos, mediante una sencilla investigación, en qué momento concreto y con qué tema los sucesos empezaron a apoderarse de televisiones, emisoras de radio y periódicos, por este orden. Yo diría, hablando de memoria, que fueron los informativos de Tele 5 los que abrieron la sandía, poniendo en lugares destacados unos cuántos robos, asesinatos, violaciones, asaltos, peleas callejeras, inundaciones, terremotos, monzones, volcanes y otras cosas de parecido jaez y como, según parece, la audiencia respondió de manera satisfactoria, la cosa fue engordando y ahora, salvo que haya alguna noticia muy llamativa y, por supuesto, con el necesario morbo (por ejemplo, emigrantes abandonados en medio del mar), los sucesos puros y duros siguen marcando la agenda de esos telediarios. Y como la cosa a estos les fue bien, en seguida surgió la envidia y ya nadie se libra de dar prioridad absoluta a toda suerte de calamidades, incluyendo La Primera, que tiene fama de ser la más seria de las televisiones y, por supuesto, los periódicos, también los más serios.
            Como esto es así, y me parece que no estoy exagerando nada, extraña que ningún espabilado haya recuperado para la vida impresa aquél jugoso semanario que se tituló El Caso y que se encargaba de hacer las delicias de nuestros más cercanos antepasados, poniendo en papel todas las truculencias imaginables. Apareció en Madrid en el año 1952, por iniciativa de un avispado periodista, Eugenio Suárez, que se encargó no solo de la edición sino también de la dirección. Se vendía a dos pesetas y empezó a publicarse con una tirada de 10.000 ejemplares que llegó hasta los 400.000, tal era la jugosa aceptación que llegó a tener. La democracia, con sus nuevas costumbres y exigencias, incluso con el camelo teórico de que ya íbamos a ser un país culto, civilizado, honesto y libre, con gentes preocupadas por cosas serias y no por basuras barriobajeras, acabó con el semanario, que publicó su último número en 1987.
            Lo dicho: no entiendo como a nadie se le ha ocurrido recuperar tan singular elemento de comunicación. Estoy seguro de que las gentes volverían a quitárselo de las manos a los vendedores.

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