UN FARO EN LA OSCURIDAD



            No lo digo yo y ni siquiera es cosa de ahora mismo, fruto del desconcierto en que estamos sumidos todos. Se viene diciendo desde hace tiempo, mucho tiempo, y lo vienen analizando personas sensatas, de las que, por cierto, ya quedan pocas, sustituidas en tantos medios hablados y escritos por vocingleros sin tasa ni control que sustituyen el razonamiento lúcido por la algarabía sabiendo, como saben, que el estrépito verbal, la incontinencia argumental, va a suscitar el entusiasmo de buen número de pollinos que, por caminar sobre dos pies, se creen imbuidos de la condición de seres pensantes. Pero así son las cosas y así vienen siendo desde, como digo, hace ya mucho tiempo.
            Faltan en este país mentes lúcidas, faros intelectuales que nos orienten y nos devuelvan la confianza en el ser humano. En su lugar, de las tribunas donde antiguamente hablaban filósofos, pensadores y políticos (sí, también los políticos de antaño, hasta no hace mucho) se han apoderado gentes que parecen llovidas del cielo y que antes de pisar tierra se mantienen en una especie de nebulosa, ajenas a la realidad, mientras mantienen sueños absurdos por no decir directamente estúpidos. Por no hablar de los oportunistas que, vestidos con el traje del facherío casposo, imparten doctrina animados con la esperanza de destruir todo lo que se mueve, hasta hacer tabla rasa del país al completo.
            El último ejemplo (último por ahora; mañana habrá otro) nos lo dan los presidentes autonómicos que se consideran maltratados porque el paternal gobierno que nos rige no ha atendido su caprichosa solicitud de pasar a la fase 1 y como se consideran siempre en campaña, siempre manejando agravios, siempre mirando al vecino (¿por qué este sí y yo no? ¿por qué a mí no me dan el mismo caramelo que al otro?)  y siempre embarcados en la insensata carrera que los anima no tanto a ser el primero, sino a llegar antes que el otro. Oír a gente como el andaluz José Manuel Moreno o a la madrileña Isabel Díaz Ayuso, directamente tonta del culo, pero sobre todo al valenciano Ximo Puig, que en su alocada posición se olvida de quien es y a qué partido pertenece para ensartar una ristra de tonterías (gilipolleces, vaya) como si no supiéramos todos de qué pie cojea la comunidad y qué pasa en sus playas de manera continua.
            Y esta es la gente que rige este país, estos son los faros y guías en que deberíamos mirarnos, estos personajes marcan el camino por el que deberíamos seguir. Así nos luce el pelo y así de triste y amargo es el futuro que nos espera. Siempre esperando que surja alguien, en algún sitio inesperado, que ponga claridad en la confusión. Una dura perspectiva.


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