BANDERAS AL VIENTO
La
necrofilia, la afición hacia la muerte o la atracción por lo que tiene que ver
con lo relacionado con ella es una cuestión de muy antiguo arraigo entre los
seres humanos y ha dado lugar a una larguísima literatura y filmografía, con
tantos matices y versiones que sería imposible resumirlas en una nota de la
brevedad que corresponde a estos comentarios. Por eso, a los cuatro días de
haber empezado a causar estragos entre nosotros la epidemia que nos tiene
acongojados desde hace tres meses ya estaban surgiendo las voces, que luego han
ido engrosando, pidiendo homenajes mortuorios, condolencias colectivas,
banderas con crespones negros y poco falta para que se nos invite a todos a
participar en fúnebres desfiles callejeros. Junto a los llamamientos a la
esperanza, a la confianza colectiva en que entre todos podríamos salir delante
de esta calamidad, las voces necrófagas lanzaron sus proclamas al viento y
tomaron la iniciativa de poner banderas con crespones negros en los balcones y
forzaron a las instituciones, sobre todo Ayuntamientos, siempre acobardados
ante cualquier leve presión de la opinión pública, a hacer lo mismo con las
enseñas propias. Ahora que eso se ha extendido por todo el país, el presidente
del gobierno anuncia que el martes aprobará el gobierno la implantación de
duelo oficial durante diez días, momento en que habrá que poner la bandera a
media asta. Y los que ya las pusieron hace un mes, y las siguen poniendo, ¿cómo
van a contar esos diez días, si ya llevan más de treinta?
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